domingo, mayo 11, 2008

Soberbia

No tengo problemas con que me desprecies. La verdad me da lo mismo lo que pienses de mí. Te fui infiel tantas veces que no me importas ¿Que me odias? Ahora me odias. Cariño sólo puedes odiarme si lo haces con pompa, de todo corazón y sin recelo. Sin pudor a odiarme.
No puedo agunatar que me odies solo un poquito. Creo que valgo mucho más que eso, o no. Valgo el odio eterno, la ira máxima, que te pongas furibundo con escuchar un ápice de algo que se me parezca, de algo que te traiga ese recuerdo sórdido e infame de cuando estuve con otros, porque hubo varios y tú solo conociste a uno.
Me odiarás porque eso es justo, porque lo pienso yo. Tú no piensas por ti mismo. Si me odias es que yo quiero que así sea, porque no tienes control de tus emociones y yo hago que me odies. Y, como te lo dije antes, el odio tiene que ser de esos viscerales, que te carcomen por dentro, que te obsesionan te maltratan y te enloquecen.
No quiero que hables... Escucha... Nada. Eso, nada. No tenemos nada. Por eso me merezco tu odio y el odio de los buenos. Llora de rabia, te concedo eso, porque eser débil. Llora. Y ahora ándate y no se te olvide armar un altar de odio en contra mía. Soy tan mala que Hitler me temía y soy tan maldita para cambiar tu paracer con un chasquido, para que dejes de odiarme, pero no necesito amor. Odio, quiero odio. El amor siempre acaba, el rencor queda como herida. Y yo, ser olvidada ¿cómo se te ocurre? Jamás dejaré que pase al olvido, jamás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

tienes toda la razón... desgraciadamente el odio trasciende mas que el amor.
Por eso a veces es preferible el odio a la indiferencia.

ssludos