viernes, abril 04, 2008

Periodista periodístico


Tantas son las cosas que he vivido en este corto tiempo, que me atrevería diciendo que ya he dado tantas vueltas, que los zapatos se me gastaron. La verdad es que he sido un promiscuo en varios aspectos, en especial en los que respecta al trabajo y en lo pseudo intelectual.

Y no es que sea un Scort de primera categoría, sino que he trabajado en muchas cosas, en muy poco tiempo, lo que puede ser malo si lo vemos de una manera fría y calculadora.

En tres años he pasado por más de 7 trabajos, y todos intrínsecamente ligados a la profesión de periodista (una profesión no muy correcta, no muy estable, pero muy bella; cosas que me hacen desearla mucho más), que no han llevado más que mi tiempo y un paso bueno en los lugares, pero con, siempre, algo que me cague la onda.

Me explico. En todos y cada uno de los lugares que trabajé, si bien el macro de reportajes, investigaciones, relaciones públicas, comunicación corporativa, escritos y etcétera de cosas que realicé fueron evaluados de buena forma, jamás salí íntegro de ellos.

A uno renuncié, porque me ofrecieron un trabajo mejor. A ese trabajo mejor lo dejé a causa de problemas con el jefe. De ése me fui a hacer ayudantías a la U y trabajar en una editorial; después a Chilevisión como periodista y productor; además de Poliedro.cl. Acabé allí y me llegó la cesantía.

Me vine de vacaciones a Iquique y postulé al mejor de los trabajos: un diario de verdad, con noticias de verdad, difíciles y de todo tipo.

Claro, en un principio era el periodista de espectáculos, después el de economía, el de ambos frentes y de crónica en general. Esos días fueron los mejores de mi vida, hasta ahora. Pues no contaba con todo ese apoyo y ese aprendizaje incondicional que te da cagarla, hacer que vayan a reclamar al diario por una denuncia, que tu noticia hable por varios días, incluso que lleguen cartas al director por ella.

Eso es impagable, sumado a lo que se siente que quede para la posteridad, con tu nombre impreso, con esa calidad y orgullo de decir "yo lo hice y me gustó".

Claro que, como en todos los trabajos, terminé por dejarlo con polémica, a causa de un viaje que me gané a la Fidae y que, yo creo y aún pienso, que lo quería alguien más y que por esa razón, además del vencimiento de contrato, no se me hizo despedida. En fin, me retiré con la frente en alto y una gran sonrisa, aunque me dio pena dejar ese antro de la perdición, porque le periodismo escrito es como una droga y, aunque te ofrezcan trabajos mejor pagados, no puedes ir contra tu instinto suicida de que la gente se entere, te desmienta, te comente y lea lo que tú escribiste.