domingo, septiembre 30, 2007

Soy tan vulgar, tan pero tan vulgar...

Nunca creí que haría algunas cosas, en especial las que implicaban un poco más de osadía y malas costumbres. Se me fue a la mierda la educación (aunque fuese de colegio municipal) y me puse en el papel de puta barata.
La situación es la siguiente: con copete me pongo más fácil que la tabla del cero y mi capacidad lingüística disminuye a no poder modular palabras largas y complejas como descontrolarización, o la típica esmerímeremelo y a que casi todo sirva.

Gracias a Dios, tengo una neurona sobria que me ayuda a recapacitar en algunos momentos con quien tener un affair o no.

Acabando los recovecos, el viernes me transformé en una máquina de feromonas puras, de esas que incitan a tener algún tipo de encuntro cercano del cuarto grado. Tanta era mi hambre esa noche, que me fui a un ciber café turbio, de esos que funcionan las 24 horas en los barrios cercanos al Bellas Artes.

Allí me conecté al chat interno, al chat "alternativo" y a messenger. En el interno no me fue para nada bien, en el "alternativo" tuve una cita para más rato y en msn me encontré con un amigo que estaba en la misma situación que yo: calentita extrema, aburrido y buscando algo.

Coincidencias hubo demasiadas. Hablamos un rato de la vida y, justo y preciso; se encontraba en la cabina al lado de la mía (canoina cerrada, dónde no se ve nada, aparte de la luz del PC). Cuento corto, condones comprados con antelación, me fui a ver en qué estaba el amigo.

Entré, cerré bien la cabina, nos saludamos de beso en la boca, reímos un rato, nos tocamos, bajamos nuestros pantalones, nos sobamos, bajé a realizar un "Wena Naty", me besó, cambio de posición, se puso el condón y empezó el jaleo.

Por lo que pagué en tiempo, estuvimos 40 minutos en la incursión dentro de esa cabina, aguantando los gritos, tratando de no movernos mucho, toccando y retocando. El vaivén era extraño y excitante. También gracioso. En uno de los movimientos se entreabrió la puerta y alguien trataba de observar el espectáculo, el cuadro plástico en un espacio 1x1.

Después de acabar allí, tomé mis cosas, pagué el ciber, tomé un taxi y em fui a mi otro encuentro, por Providencia. En el lugar me retaron por llegar un poco tarde (como a las 5 de la mañana), pero igual me recibieron con besos en la boca y tocaciones diversas.

Me porté como una vil puta. Le bajé al segundo el bóxer con los dientes, le toqué el glande con la punta de la lengua, disfruté cada bocanada de carne blanca y rosada, mientras me tocaban la cabeza pidiendo por más.

Aguanté hastya el final. Vi como me daban frente a la ventana del depto. El reflejo era algo narcótico, un poco ahumado por la respiración y el sol pegaba de a poco por las ventanas. El resplandor llegaba a mi piel a través del visillo y yo me acercaba mucho, pidiendo por más arrinconándole en la pared, levantando mis piernas, cambiando posturas.

Salió de mí. Lo masturbé unos segundos y acabó sobre su abdomen. Me sonrió, yo sonreí. "Me tengo que ir", dije. Sabía que él necesitaba descansar.

Llegué a mi casa alrededor de las 9 de la mañana, con gran sonrisa, el pelo brillante y pensando en qué diría mi confesor. Vulgar, vulgar, vulgar.

martes, septiembre 25, 2007

Maldita Primavera

Quisiera tener la capacidad de eliminar algunas cosas de mi vida, algunos recuerdos insulzos, divagantes, torpes e inestables. También desearía reconverger, cambiar de piel y corregir errores. No, creo que lo último ya no lo haría. Las cosas suceden por alguna razón inexplicable y no tengo omnipotencia (ni me gustaría tenerla) para su morfismo.

Amo ver las hojas caer en otoño, el sol salir cada mañana los días de verano, quedarme en cama los días fríos de invierno (además de usar bufandas, casi una de mis adicciones). Todas las estaciones tienen algo mágico en el aire, todas agradables a mis sentidos, a excepción de la primera.

Esa estación de horrores en mi ser, de ver a tanta gente contenta y yo triste; a tantos amando, distrayendo sus miradas en las flores, compadeciendo a los pobres de alma, disfrutando de la vida e de otros.

Maldigo a los plátanos orientales, a quienes los hayan plantado y todos aquellos que han hecho de mi existencia septiembrista un pasaje tedioso. A esos que no tomaron en cuenta lo malo que puede ser la naturaleza en flor. Ellos no saben el tenor de mis razones, ni las comprenderán jamás.

Por eso te maldigo a ti y a todas las que vienen. A esas que te suceden cada vez con más zaña, esas que me hieren las entrañas, la piel y los pulmones, las que corroen mi vida y sonrosan mi nariz analcoholizada.

Nada era como yo creía en esos pasajes infantiles, donde escuchaba a Yuri tarareando amores. Dulde embustera, maldita bastarda.