viernes, octubre 05, 2012

Prueba de Fe

Ya no tengo ese gozo en el alma grande que el domingo me albergaba. No tengo ese sentido de caridad y estoy más confundido que nunca con lo que debe ser, lo que me rearma como persona, lo que es correcto, lo que es real y con todo lo que el pasado y el presente conllevan. Fui yo quien decidió ser primero periodista que católico. El que quiso tomar las aristas de un abuso y llevarlo a que se supiera.

Hace ya mucho que no cito canciones en mis escritos, pero me siento como si estuviera perdiendo mi religión, como lo canta REM (losing my religion). Y es porque ese que veo en el espejo ya no soy yo. El antiguo yo se fue a dar una vuelta, de la que, con seguridad, no vuelva.

Soy ese mismo que hace un par de meses atrás lo que hacía era crear y ayudar en las notas de la iglesia, para que se reconociera la labor que hacían los sacerdotes, los trabajadores eclesiásticos y la comunidad entera que se movía por la fe y la religiosidad. Es más, yo fui el que -de cierta forma- convivió con el ahora enemigo número uno.

Trabajé codo a codo con ese obispo que ahora no quiere dar la cara, pues sabe que estuvo mal. También soy yo quien, ahora, trata de ayudar a un joven abusado. Soy las dos caras de una moneda. ¿Hice lo correcto?, casi por sentado que sí. Entonces, ¿por qué me siento tan mal? ¿Desde cuándo hacer lo correcto está mal?

¿Será una de esas veces en que Dios te pone una prueba que debes superar, o estaré en ese camino que te obliga a dejar de creer y querer en algo que te ha construido como persona? Esa misma religión católica que me enseño que debía ir siempre con la verdad por delante me pasa la cuenta.

A veces soy la contradicción misma. Estoy tan acongojado y me debato entre lo que se debe hacer y lo que siento al hacerlo. No sé si Dios me puso una prueba de Fe o me están llegando señales claras que mis creencias son solo una parte de mi subconsciente para echarle la culpa a algo y tener la confianza, cuando necesito ayuda (que al final es para reafirmar lo que quiero).

Me da insomnio pensar que, como Eon Flux, antes tuve una vida y ahora sólo tengo una misión. Pero no distingo bien cuál es mi leit motiv, mi misión, mi final. Cuál es la gran prueba que debo superar para esta en paz otra vez, conmigo, con mis pensamientos, con ese chico religioso y el que es superficial.

...El tiempo lo cura todo, dicen cuando se trata de penas de amor, pero me digo, si también se hará en los casos de heridas al amor propio, ese que es más fuerte que todos. No puedo amar si no me amo, no puedo decir si estoy indeciso, no puedo, por el momento no.

martes, septiembre 11, 2012

Raquel Correa y mi sueño frustrado

No sé si escribo esto en mi memoria o en la de ella, pero cuando me enteré que la periodista ícono de la entrevista en Chile, Raquel Correa, murió por un ataque cardíaco, sentí la necesidad de crear algo que me llevar al único encuentro que tuvo con la mujer más reconocida y dura de la profesión que me adoptó.

Fue en tercer año de carrera cuando por fin supe quien era físicamente Raquel Correa, ya que antes la oí nombrar en un sinnúmero de ocasiones para alabarla, reprocharla y acusarla de mala por trabajar en El Mercurio, pero nunca tuve una imagen de esta mujer, a quien trataba de seguir cada domingo en el cuerpo D, del mencionado periódico.

Eso, hasta que un día fui por un libro al Café Literario de Providencia, en donde una compañera me dijo "allá va la que entrevistó a Pinochet y al Guatón Merino". Busqué por todos lados y sólo vi a una señora menuda, de pelo corto -como de los años 80-, con una cara de poco amigos y un aire estricto, pero en cierta forma maternal. Me acerqué de a poco hacia donde ella estaba, nervioso por la reacción que ella tendría hacia mí y lo único que atiné a decir fue "hola. Soy estudiante de periodismo, la he leído mucho y quiero ser como usted un día".

Raquel Correa me miró, luego miró al aire y me dijo con una sonrisa y un suspiro: "no es bueno que seas como yo. Tienes que ser tú mismo. Esa es la base de un buen periodista". Luego se excusó y siguió su camino hacia un no tengo idea, porque quedé idiotizado tras sus palabras.

Desde ese día, le puse más empeño en escribir buenas entrevistas, en preparar  cada uno de los detalles y saber qué preguntar a quien estaba frente de mí y no dejar que supiera lo nervioso o el poco conocimiento de alguno de los temas de los que me hablaban. También aprendí sobre el relato y el contexto que se da en pocas palabras. Esas que no sea sólo una pregunta y respuesta y cómo llegar hasta la intimidad con el entrevistado, siempre con el respeto debido.

Fue duro y difícil encontrar ese camino propio, sin tratar de copiar algo de esa maravillosa mujer que se ganó todos los premios periodísticos que da el país, que le faltó vida para poder cumplir con sus sueños y no dejar solo a su hijo. Aquella mujer que -lo sabría después- siempre habría su casa a quienes estudiaban su misma profesión y le entrevistaban, aunque no le gustaba mucho ser ella la acosada.

Claro, cualquier muerto es bueno, dirán. Raquel era buena, sino excelente, como periodista, en su vida muy privada y personal no lo sé, pero fue la única que criticó a los periodistas que eran pantalla de una casa comercial y que estaban ligados a algún producto como rostros. Así no pueden irse en contra de ellos y pierden la objetividad, decía.

Me hubiese gustado que todo eso que cuento y sé sobre esta difunta, me lo hubiera dicho a mí, en una entrevista, que me contara con lujo de detalle cómo era entrevistar a cuanta personalidad había en Chile, si sentía algo por ser descendiente directa de Andrés Bello, cuál fue el secreto que le contó Augusto Pinochet cuando lloró en una de sus entrevistas y cómo sobrevivió tanto tiempo con esa humildad en su profesión, sin sentirse la mejor o la más de las más, siendo que ese era el título que todos le otorgamos, por lo menos en cada una de sus entrevistas.

Ahora está en algún lugar, analizando cómo hablan de ella y sintiendo culpa por ser noticia, puesto que nunca quiso serlo. Y debiera estar comentando qué sucede en el país, junto a Sergio Livingstone, quien la aburrirá con algunas anécdotas de fútbol y la entretendrá con tanta historia del balompié nacional.

domingo, junio 03, 2012

Por qué escribo

Debo reconocer que hace años comencé escribiendo como una forma de escapar a la realidad, de inventar situaciones para manejar mi emocionalidad, o simplemente porque se me da lo de las letras. Escogí la escritura como una profesión, no siendo literato, sino una carrera con un mayor campo laboral y terminé escribiendo día a día historias que no eran las mías, que no tenían ninguna cercanía a mí.

El tiempo ha pasado y me vuelvo de nuevo a este pedazo de mi historia, en donde el escribir se me da como algo natural. Incursionando, hallé relatos metafísicos, otros en lenguajes complejos, parte de un diario de vida extraño que fui formando y que tenía como pilar la falla en las relaciones amorosas. La furia, el dolor, la ira se construyeron en casa uno de esos relatos en donde no había ningún otro ni otra para acompañarme al lado, solo idilios que terminaron en nada o en una mala noche de sexo.

No sé si me da pena que mi pasado lo viera, lo contase y lo construyera de esta manera, en donde el caos reinaba -y a veces lo sigue haciendo- y yo siempre me decía (o le decía a mis personajes) que el dolor pasaría, pero nunca hice nada para que cambiara esta situación.

Una amiga siempre expresa que existe alguien que dice las cosas mejor que uno. Lo creo, mas no porque a alguien le haya pasado lo mismo. Nos compenetramos y buscamos el consuelo en las palabras de otros para no sentir pena por nosotros mismos y no tener una historia fracasada inventando consejos y expresando al mundo cuánto es el dolor que tenemos.

Al contrario, yo sí he expresado ese dolor cada vez, llamándome Alexis, Sara y otros tantos nombres que no recuerdo, para hacer que otro se identifique con mis historias, desligando mi vida de ellas. Mi sueño de ser omnisciente es una forma de coartada de lo débil que soy ante el otro, cualquier otro y, lo que empezó como un juego hipster ha tomado peso para ser algo que se transforme en una nueva manera de ver la vida.

Tengo que olvidar a los otros, pero no a mí. Suena raro decir que la personalidad de ese niño un poco regordete se ha extinguido, que la capacidad de impresionarse de ese pequeño de seis años ya no existe gracias al Internet y que la coraza que tengo como máscara ya se amalgame en parte de mí, con lo que perdí  la capacidad de distinguirme ante este personaje que soy .

Me da pena, me doy pena a veces y sienta la necesidad de ver colores, oír ruidos en la noche, pero que sean de la noche. Los silencios que para muchos no son más que cosas banales y que para mí tienen una importancia desmedida. Debo aprender a confiar y desconfiar, a ser adulto dentro de la caricatura de niño y de no creerme el vencedor.

Son tantos años de escribir como una (s) persona (s), que perdí la personalidad que me podría tener en un texto. "Comunicadores se niegan a comunicar" fue una de las semblanzas que me redactaron. Yo no comunico: entrego. Y no me arrepiento de ello. No me arrepiento de escribir ni mostrarme ahora, pero no sé si más adelante redactaré algo para borrar lo que pongo ahora, lo que sí es que escribo cuando tengo nostalgia y ese es mi motor. ¿Por qué estoy nostálgico? Creo que la edad nos pone así a veces, como nos endurece y nos hace rabiar por todo, pero ya pasará.