sábado, diciembre 27, 2008

En Serie

Debe ser el chocolate. Sí. Eso debe hacer que me ponga nostálgico y sensible, especialmente viendo esas novelas tontas con parejas que nunca se dicen que se aman. Eso o que se acercan las fiestas y mi inconsciente hace que quiera estar acompañado, que quiera formar familia, que el fin de año me diga que falta poco para ser un año más viejo. Pero no lo creo. Debe ser el chocolate.

Y aún así me atraganto de cacao lechoso, de dudosa calidad; de fantasías creadas por algún guionista despechado, de tormentosas historias llenas de sexo y faltas del mismo; donde la sordidez es el tema central, la cordura escasea y el humor está lleno de ironías. Imágenes en las que me veo reflejado en cada capítulo como si trataran de mi historia de vida, o de lo que yo imagino como tal. Y me pongo triste al saber que quiero ser un personaje de novela, de añorar ser más irreal y ficticio de lo que soy. O ser igual, pero saber que no soy cierto, que no existo, siendo.

Es raro. Trabajo detrás de una pantalla 8 ó más horas y sólo en esos momentos agradezco no ser una de esas figuritas maquilladas, solitarias y que lloran por los pasillos sin amigos, sin pareja ni sin secretos.

Mintras pienso barbaridades, mi celular suena. Trece llamadas perdidas de trece números diferentes. 13 amantes distintos, sin nada que hacer los días antes del año nuevo, buscando una encamada con alguien que -saben- no está de vacaciones y que se siente solo. Qué ganas de tenerlos guardados para ocasiones especiales, o de tenerles algún poquito de afecto para que importaran sus llamadas.

El amante llama otra vez. Debe estar aburrido de la rutina. El mensaje funcionó. Siempre funciona desearles buena suerte. A veces creo que las personas son tan predecibles y que soy un dios que apuesta cuál será su reacción. Me encanta jugar con sus sentimientos. Con todos los sentimientos. Tienen tantos puntos débiles, tan fáciles de encontrar, tan a la vista, tan comunes...

Odio sentirme así. Cómo un maldito personaje de min serie, que maquina barbaridades y que le suceden cosas. Odio el efecto de los chocolates, pero me es imposible no comérlos. Malditos ocasionales que me llenaron de cacao.

sábado, diciembre 06, 2008

...

Silencio. No hay más que silencio alrededor. Los vecinos se durmieron, los autos ya no pasan. Es extraño no sentir nada. Ni mis pensamientos hablan. Ellos se mueven entre una escala de grises, con cartones que expresan ideas, en una película muda.
Hasta la gotera se ha detenido. Me inquieta no saber del mundo, ni saber si respiro, porque no oigo ni mi corazón ni mis pulmones. ¿Estaré en coma? No. Esto no es un sueño.
¿Me habré quedado sordo sin saberlo? Es impensable, a menos que haya ocurrido después de entrar a casa y que el mundo muriera en ese instante.
Quedo enrarecido. Tomo una ducha y el agua tampoco emite sonido. No moja tanto como debería. La siento viscosa. La siento tan rara como me siento yo.
Aparco mi sentido común junto a los otros. Es decir, lo aparcan. Me perdí en la inconciencia sin estar inconciente.
Estoy en la nada... o en el todo. ¿Cómo saberlo? ¿Cómo expresarlo sin voz? Cómo...