viernes, octubre 24, 2008

Envidia

Me casé contigo, no porque te amaba, sino porque te necesitaba. Anhelaba estar con esa mujer adormilada, dispersa, un poco antisocial, pero bella. La más hermosa de toda la comarca. De todas la única callada y digna, capaz de enamorar solo con miradas.

Esa mujer que todos deseaban a viva voz. Los casados soñaban ser infieles, los púberes la tenían en sus fantasías, los solteros llevarla de blanco al altar, los bandidos quitarle la honra. Pero yo tettuve, yo alancé a estar contigo. Al tenerte de trofeo ambulante, causando envidias y propuestas indecorosas.

Me has traido oro campiranita. He ganado fama de semental, de gran caballero, de gallardo. Si supieran que no te he tocado un pelo, que solo salgo contigo por los suspiros que te dan hombres y mujeres. Por tus ojos de Bette Davies, tu saludo a lo Joan Crawford, tu aura tan de la Monroe.

Eres un pequeño amuleto de suerte, esa maldita que nunca quiso estar conmigo hasta que me uní a ti. Tan inocente que te veías en el lago. Tan dulce durmiendo entre las azaleas, tan pura con tu cuerpo desnudo. Pero eras nada hasta que yo te saqué a relucir.

Suertuda. Si yo no hubiese aparecido dónde estarías ahora. Vendida a algún mercader adinerado, teniendo sexo obligada. Yo no te pido nada. No te exijo nada. No. Pero la gente quiere vernos con hijos. Quieren saber cómo serían las criaturas de tan celestial damisela. Creo que tendremos que darles en el gusto. Claro que no tendrás que existir para ese entonces.

miércoles, octubre 22, 2008

Pereza

Allí están sobre la cama. Inútiles y desganados de una vida que no siguieron y que tampoco quisieron armar. Cerca el uno del otro, pero tan solos como un átomo de hidrógeno. Alguien debe preparar el desayuno, lo saben; y aún así no se mueven ni un milímetro.

El reloj marca cada segundo y un movimineto se siente en la cama. Ella abre un ojo, pero se da vuelta a pensar en nada y seguir su letargo. Él no está conciente, vive en un mundo de fantasía que le llena. En donde todos sus planes se realizan, donde se casó con la mujer que amaba, donde el dinero no es problema.

Se escuchan ruidos desde fuera. Ladridos de perro. Ninguno hace nada. En la cocina los vidrios se quiebran, las ventanas se remecen y el tendido eléctrico se corta. mucha gente grita y corre desesperada al compás de la hecatombe. Él se despierta cuando cruje la habitación. Se voltea hacie ella. La mujer hace lo mismo. Ambos quieren verse a la cara en el momento de sus muertes, cuando uno deje al otro. Sólo así serán felices. Esperan silentes y calmos. Cierran los ojso en un segundo de deseo, de anhelo que se caiga una viga, el techo, lo que sea... De repnete los pájaros trinan. Abren los ojos otra vez. "Imbécil", piensa uno; "cobarde", piensa el otro.