sábado, abril 11, 2009

(Des)Esperanza

Anoche soñé un río que traía las luces del tu vida. Una de esas llenas de intriga, de soledad y de desconfianza. Y también soñé que lo bebía, poco a poco. Me llenaba de una sensación híbrida de bienestar y reticencia, con sueños de horror en el descanso, con palabras extrañas al despertar, imaginería rota de alguna esquizofrenia.
Desperté llorando el mismo río que bebí, con llagas en la carúncula, con pena en el corazón y con la boca seca por haberte tomado.
Días después la sensación se esfumó, viví lúcidamente, hasta que de nuevo soñé contigo, pero no como río, sino que ahora eras aire, de ese que no puedo escapar.
Estabas viciado, denso y aún así, en vez de preferir morir de asfixia, sentí necesario respirarte profundamente, una y otra vez. Llenarme de ti, necesitarte como a un narcótico. Angustiado por saber que cualquiera podría quitarme ese impuro oxígeno que respiraba.
Y abrí los ojos, sin ti, sin aire, sin estar lleno, ni siquiera a sabiendas de que me harías mal en otra noche excitante y poco cuerda.
Rompí mi sosiego y aprendí nuevas cosas como callar, hablar con la mirada y dejar el sarcasmo. A la vez que también supe en no confiar en nadie, en no escapar más de mis sucesos. Querer enfrentar mi condición desatinada, mi locura infinita, mi mundo inventado (el que no es mundo, sino más bien una historia).
Cerré los ojos para encontrarte de nuevo. Necesitaba saber cómo harías para meterte en mí, cuál sería tu disfraz para mi daño... Y no te vi más. Era otra agua, otro aire, otro traje y allí decidí que mejor era entregarse. Di la vuelta y me volví insomne, a la espera de volverte a ver en al vida real.

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