viernes, octubre 24, 2008

Envidia

Me casé contigo, no porque te amaba, sino porque te necesitaba. Anhelaba estar con esa mujer adormilada, dispersa, un poco antisocial, pero bella. La más hermosa de toda la comarca. De todas la única callada y digna, capaz de enamorar solo con miradas.

Esa mujer que todos deseaban a viva voz. Los casados soñaban ser infieles, los púberes la tenían en sus fantasías, los solteros llevarla de blanco al altar, los bandidos quitarle la honra. Pero yo tettuve, yo alancé a estar contigo. Al tenerte de trofeo ambulante, causando envidias y propuestas indecorosas.

Me has traido oro campiranita. He ganado fama de semental, de gran caballero, de gallardo. Si supieran que no te he tocado un pelo, que solo salgo contigo por los suspiros que te dan hombres y mujeres. Por tus ojos de Bette Davies, tu saludo a lo Joan Crawford, tu aura tan de la Monroe.

Eres un pequeño amuleto de suerte, esa maldita que nunca quiso estar conmigo hasta que me uní a ti. Tan inocente que te veías en el lago. Tan dulce durmiendo entre las azaleas, tan pura con tu cuerpo desnudo. Pero eras nada hasta que yo te saqué a relucir.

Suertuda. Si yo no hubiese aparecido dónde estarías ahora. Vendida a algún mercader adinerado, teniendo sexo obligada. Yo no te pido nada. No te exijo nada. No. Pero la gente quiere vernos con hijos. Quieren saber cómo serían las criaturas de tan celestial damisela. Creo que tendremos que darles en el gusto. Claro que no tendrás que existir para ese entonces.

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