
Primero serios. Buscando alguna razón por la cual conversar. Tratando que nuestros cuerpos no demuestren el nerviosismo que nos envuelve.
El mantel se levanta de a poco, hace las olas y cubre y descubre mis piernas. Cubre y descubre tus manos. Esa seda tersa que nos roza la piel después de unos tragos y una pequeña charla.
No queremos movernos ni dejar la atmósfera, opacada a veces por el ruido de algún auomóvil. No habalmso de nuestra vida, es demasiado ego. Nos remitimos a explorar viejas andanzas por algúna parte. No importa nadie ahora. Estamos solos y nso cubre la blancura de esa tela y el olor a madera de esas cuatro patas.
Relajo el cuello, mojas tus labios. Cierro los ojos. Esperas. Me buscas, lo presumo y siento la cercanía de tu piel. Son sólo segundos antes de bajar la vista por la vergüenza. Te arrepientes y vas al baño. Te sigo calladamente.
En la blancura helada nos besamos, el agua corre. Ahora reímos cómplices y acricias mi cara.
Miro la tuya, tu expresión dice mucho. Ya sé lo que tengo realizar.
Me acomodo un poco y camino por el pasillo. Llego a otra puerta, me acomomodo en ella y digo, sumisamente, "ya sé que tu mujer puede llegar, otro día nos veremos".